Flash News
Mail Instagram Pinterest RSS
Mega Menu

"Nos sacaron como si fuéramos delincuentes"

Ecos de los estragos que dejó en ua familia el paro agrario que por más dos semanas paralizó el campo en el país.

Por: Paula Nathalia Quintero / Especial para El Espectador.
Esta es la historia de Teófilo Andrés Pérez, un joven agricultor, proveniente de Toca, municipio ubicado a 20 km de Tunja, que desde los 15 años aprendió a trabajar la tierra, como fruto de la herencia de su padre, quien le enseñó todos los secretos del oficio.
La indignación y la preocupación por el futuro que le depararía a él, a su familia y a los cientos de campesinos que dependen de un sustento netamente agrario, lo llevó a él y a otros jóvenes a protestar por el olvido al que estaban sometidos. Dispuestos a romper con el silencio y con el lema "Usamos ruana, pero NO somos ovejas", salieron a protestar.

-Miércoles 21 de agosto:

Alrededor de las dos de la tarde Andrés y su primo Jorge Armando, en compañía de varios jóvenes de diferentes veredas, se dirigieron al alto del Moral, donde se estaba realizando un bloqueo en la vía. De una manera pacífica y sin causar algún tipo de problema, los manifestantes reclamaban sus derechos, pedían ser escuchados.

De repente, notaron que un helicóptero se aproximaba desde el Puente De Boyacá, mientras que por la carretera se acercaba un tanque del Esmad, acompañado de aproximadamente 10 motos de policías, "nos sacaron como quisieron, como si fuéramos animales, delincuentes, llegaron actuando, disparando y arrojando gases", cuenta Andrés.

Sin otra alternativa, los jóvenes tuvieron que salir corriendo para evitar ser heridos e inhalar el humo. Algunos huyeron hacia las lomas y otros, como dice Andrés, “hasta donde Diosito y los pies lo permitieron”.

- La Bala Pérdida

Cuando parecía que el peligro había pasado y en el ambiente se respiraba algo de calma, se desató una dura balacera. Andrés, desde la parte alta de la montaña, a unos 150 metros de distancia, trató de observar lo que ocurría. Intentó correr un poco para tener un mejor ángulo de la escena. De repente sintió un fuerte impacto en su cuerpo. Cayó herido. Un compañero de vereda logró auxiliarlo y lo ayudó a caminar hasta que el cansancio y la falta de oxígeno lo obligaron a sentarse para descansar. La herida no parecía tan grave. Andrés se limpiaba algunas gotas de sangre que salían desde su pecho, suponían que el roce de una bala de goma lo había herido.

En cuestión de minutos llegaron otros jóvenes a intentar auxiliarlo. Como pudieron lograron sacarlo de la zona. Usaron la ruana como camilla y lo llevaron hasta la carretera principal. Andrés sentía calor en su espalda, como si algo lo estuviera quemando. Levantó su camisa y vio una cantidad alarmante de sangre, constató lo que temía: una bala lo habría atravesado.

Los viajeros


Decidieron llamar una ambulancia que jamás llegó. Algunos señalan que se perdió y otros que se quedó auxiliando a un policía herido por el camino.

Andrés estuvo consiente todo el camino. Recuerda perfectamente a las personas, que sin conocerlo ni pedir nada a cambio, decidieron llevarlo hasta el Hospital San Rafael de Tunja, para que allí lo atendieran en urgencias.

El ultimo recuerdo sobre lo que inició pacíficamente y terminó poniendo en riesgo su vida, se remite al momento en que se vio ensangrentado en una camilla. La bala pasó solo a milímetros de su corazón, le perforó un pulmón, reventó una arteria y rebotó en una de sus costillas.

Por: Paula Nathalia Quintero / Especial para El Espectador

0 comentarios:

Publicar un comentario